«El Madrid de la prensa ofrece dichas curiosidades: uno empieza el día en el Ritz, al mediodía está en el Intercontinental, termina la tarde en el Palace y por supuesto sigue siendo igual de pobre».
Abrirse paso en la vida cuando uno es un joven corresponsal político en Madrid entre barras y redacciones, libros y novias puede ser un pretexto para la picaresca o el estoicismo, aunque también la mejor educación para el periodista que quiere ser escritor.
Lúcido en la observación, sin una gota de cinismo y con la misantropía templada por su vocación de felicidad, este diario parece un viaje, tan literario como placentero, a ese momento entre juventud y edad adulta en que la vida comienza a ir en serio.