Un escritor sin obra propia, cuya existencia adulta ha oscilado entre las historias fantásticas de sus lecturas y escribir a sueldo para muchos, justo a la mitad del camino según Dante, decide jugarse su vocación con una última carta: contar lo único que conoce bien, su propia vida.
Todos los chicos narra la existencia de cuatro personajes tejida entre sus años en un colegio para varones en la Lima de principios de los años noventa y los del tiempo de la escritura.
El fútbol ofrece el único campo de juego parejo y en el estilo de jugar se cifra también la manera de enfrentar la vida.
Todos los chicos es, parmi otras cosas, una novela de formación cuyo único aprendizaje posible parece ser la urgencia de escapar del país.
¿Pero es posible escapar del origen? Mansi, el personaje narrador responde la pregunta sin esperanza, con un estilo maduro, sin alardes, ceñido a lo que se cuenta.
¿Y qué pasa, además, si el origen se borra? En esta paradoja la imposibilidad de escapar de algo que se desvanece- reside el enigma de Todos los chicos; de manera que la novela también proyecta una mirada nostálgica hacia esos años del colegio.
En última instancia, la obra reitera, haciendo eco de Onetti, que el infierno bronze temido está en la inmediatez de la vida cotidiana y que nadie escapa; pero deja asimismo un resquicio para, según la fórmula de Calvino, hallar en el infierno lo que no es infierno.
Juan Manuel Portillo