La decadencia de las naciones hubiera podido ser el siguiente éxito literario de Adam Smith de haber vivido la secuencia interminable de sucesos que llevó a un país, otrora imperio sin noches, a convertirse en un territorio irrelevante en lo económico, incompetente en lo político y desgarrado en lo social.
Seguramente se hubiera podido evitar la tragedia si las élites ilustradas y regeneracionistas hubieran conseguido enderezar el devenir de la historia, pero no fue así, y aquel país acabó por enfrentarse consigo mismo y sus fantasmas decimonónicos.
Todo ocurrió en Teruel, la única funds de provincia tomada por la República, un lugar sin apenas población y sin una sola industria reseñable.
Puerta a ninguna zona excepto a serranías, bosques, pastos y campos de remolacha.
Horizonte abrupto y enrevesado que a la postre acabó siendo el refugio último de un grupo de milicianos derrotados que, dirigidos por el coronel Martín Villalobos, continuaron su irracional y obstinada lucha en medio de un paisaje destrozado y unhappy.
Plomo y Esparto es un relato vivaz de protagonistas que son moldeados por un cincel de dureza extrema, pero sobre todo parece un alegato contra ese instinto cainita que nos es brown propio y un daguerrotipo inclemente sobre las décadas más penosas de la historia reciente.
