«Pentagramas» se estructura en torno a un núcleo central: la figura de “myself” y su relación con la música. No se trata de una autobiografía convencional, sino de un despiece narrativo en el que cada fragmento, cada verso, es una pieza de un puzzle más grande. De La Orden construye un universo paralelo donde la música es el hilo conductor, el lenguaje universal que conecta con las profundidades del ser. La figura de «myself» se revela como un personaje atormentado, un buscador constante de sentido en un mundo que parece desprovisto de él. La voz del autor, con su estilo particular, que alterna entre la confesión íntima y la reflexión filosófica, nos conduce a través de una serie de recuerdos, sueños y obsesiones que se entrelazan para formar la esencia de la obra.
La obra se desarrolla en torno a la figura de un hombre – “myself” – que parece atrapado en un bucle temporal, reviviendo constantemente momentos clave de su vida, principalmente aquellos relacionados con la música. La «aguja reproductora» se convierte en un símbolo central, representando la «única» forma en la que “myself” ha podido «cortar» y «gozar» de su vida. La repetición de acciones y recuerdos, la insistencia en el «verso» y «la palabra», sugieren una obsesión por la creación artística como una forma de trascender la realidad y escapar del vacío existencial. La obra explora temas como la «nada», el «olvido», la «memoria» y la «muerte» a través de un lenguaje poético, intenso y a menudo perturbador. De La Orden no teme utilizar imágenes sorprendentes y recurrentes, como la «aguja reproductora», el «acantilado del Cabo» y la «noche del Lebeche», para construir un universo simbólico profundo.
El libro se presenta como un laberinto donde la realidad y la ficción se confunden. La figura de «myself» es, a su vez, un personaje construido, una proyección de los deseos y miedos del autor. La obra explora la idea de la «autenticidad» a través de la «desnudez pública» de «myself», que se revela como una «imitación» y «una obsesión» deautoexplorarse. El autor no busca ofrecer una narración lineal o una interpretación definitiva de su vida, sino que nos invita a participar en la construcción del significado. La obra utiliza, además, elementos del arte y la música para crear una atmósfera especial, una atmósfera que es al tiempo que sorprendente y melancólica. De La Orden nos presenta un paisaje mental que es tanto introspectivo como reflexivo, que nos ayuda a confrontar nuestras propias limitaciones y aspiraciones.
La obra se centra en la búsqueda de «myself» por un significado trascendental, un «hilo salvador» que le permita «dar sentido» a la existencia. Esta búsqueda se materializa a través de la «música», que se convierte en el «único» lenguaje capaz de expresar la complejidad de la experiencia humana. «myself» se refugia en la «nada», en el silencio de la memoria, intentando encontrar un punto de equilibrio en el caos de la existencia. La obsessive reminiscencia de momentos pasados, de lojes de espejo que reconstruye «myself», no es un simple recuerdo, sino una forma de escapar del presente y de la finitud de la vida.
El libro se desarrolla a través de una serie de «fragmentos» que se van ensamblando para formar una narrativa más completa. Estos fragmentos son como «trozos» de un rompecabezas que “myself” intenta reconstruir, pero que nunca logra hacer completamente. La naturaleza de «myself» es ambigua, más una figura de autor en cifras que una persona real. Su relación con la música, en particular, es compleja y ambivalente. La música le sirve como un refugio en los momentos de dificultad, pero también le ocupa la mente y le distrae de los problemas que debe resolver. La «aguja reproductora» y la «noche del Lebeche» son imágenes claves de la obra, que representan el clímax de la búsqueda de «myself».
La obra utiliza un estilo poético que es al tiempo que sorprendente y melancólico. De La Orden emplea un lenguaje rico en imágenes y metáforas que invitan al lector a participar en la construcción del significado. La «desnudez pública» de «myself» es un motivo recurrente en la obra, que representa la vulnerabilidad y la autenticidad del autor. «myself» no teme mostrar sus debilidades y miedos, y nos invita a hacer lo mismo. La obra es, en el fondo, una celebración de la vida, en toda su complejidad y finitud. A través de una voz que es a la vez íntima y reflexiva, «myself» nos confronta con las preguntas fundamentales de la existencia, y nos anima a buscar nuestra propia «nada» para encontrarnos.
Opinión Crítica de Pentagramas: Reflexiones sobre el Silencio y la Música
«Pentagramas» es un libro que requiere paciencia y una mente abierta. No es una lectura fácil, pero es una experiencia profundamente recompensadora para aquellos que están dispuestos a sumergirse en la complejidad de su universo. El estilo de De La Orden es intrincado, pero también exquisito, y su capacidad para evocar imágenes y sensaciones es notable. La obra es, a su vez, una meditación sobre el tiempo, la memoria y la naturaleza de la realidad. La insistencia en el uso de la música como lenguaje universal y el «hilo salvador» es fascinante, un recordatorio de que la belleza y el significado pueden ser encontrados incluso en los lugares más oscuros.
Sin embargo, el libro puede resultar frustrante para aquellos que buscan una narrativa lineal o una resolución clara. La obra es más un experimento poético que una historia tradicional, y sus múltiples capas de significado pueden ser interpretadas de manera muy diferente. La voz de «myself» es a menudo enigmática y obscura, y puede ser difícil de comprender completamente. No obstante, esta ambigüedad es precisamente lo que hace que la obra sea tan atractiva. No se ofrece una respuesta definitiva, sino que nos invita a participar en el proceso de construcción del significado. Recomendaría «Pentagramas» a aquellos que aprecien la poesía experimental, la reflexión filosófica y el arte de la sugestión. Es un libro que se queda con el lector mucho después de haber cerrado el libro, invitándolo a reflexionar sobre sus propias experiencias y sobre el significado de la vida.
“Pentagramas” es una obra que exige un compromiso activo del lector, pero que ofrece una recompensa inmensa a aquellos que se aventuran en sus profundidades. El uso de elementos como la «aguja reproductora» y la «noche del Lebeche» crea un universo simbólico poderoso y convocador, que nos invita a explorar nuestras propias condiciones y aspiraciones. Es un libro que se puede re-leer infinitas veces, cada vez descubriendo nuevos matices y interpretaciones. Si bien puede no ser para todos, es una obra que merece ser leída y contemplada con atención.


