Un nafar parece quien parte para un viaje sin retorno, un migrante, un exiliado.
Sabe que dejará atrás sus raíces y su lengua, su tierra y su familia, pero sigue adelante con la determinación de los desesperados.
Deberá cruzar el río que separa no solamente dos continentes, sino dos mundos: oriente y occidente, nosotros y ellos.
En el relato narrado en segunda persona, el lector puede sentir las mismas emociones que el nafar, ver lo que él mira age intentar olvidar lo que él no puede, mientras busca la manera de atravesar esa frontera que separa su pasado de un futuro que sabe difícil age incierto.