La aparición de los iberos en los siglos centrales del primer milenio antes de nuestra era marca un punto crucial en la historia de la Península Ibérica. Estos pueblos, surgidos en un contexto de intensa colonización por fenicios y griegos, así como de constantes intercambios con otros pueblos de la “koiné” mediterránea, representaron una formidable resistencia al expansionismo romano. La incorporación de sus habitantes al mundo mediterráneo no fue un proceso de asimilación pasiva, sino un enfrentamiento constante que se manifestó en diversas formas: desde la adaptación de elementos culturales y económicos, hasta la organización de una sociedad guerrera y autónoma. Los iberos no eran simplemente una población a integrar, sino un obstáculo a superar.
La base de la cultura ibérica se encontraba en una compleja red de influencias, pero también en una fuerte identidad propia. Económicamente, los iberos prosperaron gracias al comercio de metales (especialmente del estaño y el plomo), al cultivo del olivo y del vid, y a la producción de textiles. Su posición estratégica en el río Guadalquivir y su acceso a las rutas comerciales les permitieron acumular riqueza y poder. Social y políticamente, los iberos estaban organizados en ciudades-estado independientes, cada una con su propio rey y sus propias instituciones. La guerras con los romanos fueron frecuentes, aunque a menudo resultaban en derrotas para los iberos. No obstante, estas luchas continuas demostraban la determinación de los iberos de mantener su autonomía.
El libro de Fontan Barreiro presta especial atención a la naturaleza de las relaciones entre los iberos y las otras culturas del Mediterráneo. No se trata de una visión simplista de «invasores» o «víctimas», sino de un intercambio complejo y dinámico. Los iberos adoptaron elementos de la cultura griega, como la escritura signario (que, aunque no completamente legible, nos proporciona valiosa información sobre su lengua y su cultura), la iconografía, y las técnicas de construcción. Al mismo tiempo, los iberos aportaron a las culturas mediterráneas su conocimiento de las tierras y los recursos de la Península Ibérica, y su experiencia en el comercio y la guerra.
La clave para comprender a los iberos reside en reconocer su resistencia, no solo como una rebelión militar contra el Imperio Romano, sino como una manifestación de su identidad cultural y social. La destrucción de muchos de sus monumentos funerarios, como el conjunto de esculturas mutiladas del Cerrillo Blanco (Porcuna), es un ejemplo paradigmático de esta resistencia. Estas destrucciones no deben interpretarse como un simple signo de barbarie, sino como una forma de borrar las huellas de su pasado, de preservar su memoria y su identidad frente a la imposición de una cultura extranjera. El misterio que rodea estas destrucciones solo aumenta nuestra fascinación por esta cultura.
El signario ibérico, una forma de escritura que consistía en signos que representan sonidos, es uno de los aspectos más intrigantes de la cultura ibérica. Aunque no entendemos completamente su significado, este sistema de escritura demuestra que los iberos tenían una rica tradición intelectual y que podían comunicarse y registrar su información de una manera sofisticada. Además, el uso de murallas conmemorativas, construidas no para la defensa militar, sino para proyectar el poder real, revela un sofisticado sistema de comunicación visual y un fuerte sentido del orgullo y la identidad. La interpretación de estos vestigios sugiere una sociedad compleja y altamente organizada.
El libro de Fontan Barreiro destaca también la importancia del territorio para los iberos. No se trataba simplemente de un espacio geográfico, sino de un elemento fundamental de su identidad cultural y política. Los iberos controlaban importantes rutas comerciales, tenían un profundo conocimiento de las tierras y los recursos de la Península Ibérica, y construyeron sus ciudades y asentamientos estratégicamente para asegurar su control sobre este territorio. La defensa de este territorio fue, por tanto, un elemento central de su resistencia contra el Imperio Romano.
Opinión Crítica de Iberos: Uniendo Fragmentos de un Pasado Elusivo
El libro de Rafael Fontan Barreiro representa un esfuerzo valioso y, en muchos aspectos, brillante, para reinterpretar la historia de los iberos. La insistencia del autor en desafiar las interpretaciones tradicionales y en basarse en la bibliografía más reciente es un logro notable. Sin embargo, es importante reconocer que, a pesar de la exhaustiva investigación, nuestro conocimiento de los iberos sigue siendo fragmentario y, en muchos sentidos, elusivo.
El libro adelanta una importante reflexión sobre la dificultad de interpretar el pasado, reforzando la idea de que las fuentes disponibles nos ofrecen una visión incompleta y distorsionada de la realidad. La ambigüedad de las fuentes -especialmente la falta de una escritura legible y la escasez de información sobre su lengua y su religión- pone de manifiesto las limitaciones de nuestro conocimiento. Este reconocimiento es crucial para evitar caer en simplificaciones excesivas o en interpretaciones dogmáticas.
No obstante, el libro sufre, en ocasiones, de un cierto exceso de especulación. Algunas de las hipótesis propuestas por Fontan Barreiro, aunque interesantes, carecen de un respaldo documental sólido y se basan en conjeturas plausibles. En este sentido, el lector debe mantener una actitud crítica y utilizar el libro como punto de partida para una mayor investigación. Sería beneficioso, para una mayor claridad, una mayor revisión y especificación de las conclusiones más arriesgadas. No obstante, la propuesta de Fontan Barreiro es indiscutiblemente un impulso valioso para la investigación del pasado iberico.


