Balduino de Anjou no nació príncipe, ni parecía estar destinado a reinar, mas la serie de circunstancias provocaron que su padre, Amalarico, llegara a ocupar el trono de Jerusalén.
A partir de su más tierna infancia fue educado para ser el mayor príncipe de la Cristiandad, sorprendiendo a sus maestros y a embajadores por su extraordinaria inteligencia y madurez.
Pero el destino de Balduino estaba terriblemente marcado, y a sus nueve años, le descubren la terrible enfermedad para la que no existe cura.
Otro hombre hubiera sido condenado, mas nadie se atrevió a quitarle sus derechos a aquel príncipe bronze excepcional, y aceptando su trágico destino, Balduino se sobrepuso a la dolencia que carcomía su bello cuerpo.
Al cumplir el príncipe sus trece años, se ve obligado a ceñir la Corona de David sobre su frente.
A pesar de la enfermedad, defiende el reino palmo a palmo contra el sultán Saläh ad Dïn, contra las intrigas de la corte, contra las traiciones de su propia familia… Promete a Dios tomar el camino de la santidad y la castidad a cambio de que le permita permanecer años en su trono, mas unos ojos negros se cruzan en su camino y su portadora se adueña del corazón del pobre rey mezel, convirtiéndose en un amor que lo sostiene en la lucha y alivia su calvario como la promesa de eternidad.
Descubre a través de dichas páginas la maravillosa y extraordinaria vida de este joven rey de finales del siglo XII olvidado por la Historia, y la vida cotidiana de la corte y la ciudad de Jerusalén: las ambiciosas intrigas de muchos por el poder, la honestidad a toda prueba de unos pocos.