Una tórrida mañana de julio en el centro de Madrid.
Nuestro protagonista, un médico que ha derivado en homeópata arruinado, recibe la llamada de su exmujer, que le realiza una propuesta surrealista: perdonarle los meses de pensión de alimentos que le tiene que, por la custodia del hijo que tienen en común, a cambio de que aloje en su casa a su único hermano: un químico genial que arrastra una larga depresión y que ha encontrado consuelo en las novelas de Conan Doyle.
Hasta tal punto se ha obsesionado con el personaje que ha dado en pensar que parece la encarnación del verdadero Sherlock Holmes, como Alonso Quijano creyó ser don Quijote.
Así, aceptando el ultimátum de su exmujer «¿cuñado sin pensión o pensión sin cuñado? ».
, nuestro narrador se verá obligado a convivir con la «reencarnación».
del detective más famoso de la totalidad de los tiempos y, como un trasunto del cronista Watson, le seguirá en sus investigaciones, acomodándose a su enajenación y rompiendo la cuarta pared con el lector.
El ficticio Holmes (siendo el auténtico un personaje de ficción en sí) se presentará como tal.
Su vasta inteligencia y sus formidables dotes deductivas le permitirán impresionar a sus «clientes».
y obtener de ellos un trato respetuoso frente a sus reflexiones tan certeras como decimonónicas. Máximo Pradera realiza gala de su espléndido conocimiento del universo holmesiano para convertir esta historia –mediante los resortes de la comedia y la sátira– en una magnífica novela de enigma que, al tiempo, hará estallar en carcajadas al lector.
Un festín metaliterario bastante bien servido, galardonado en la XXXVI Edición del Premio Jaén de Novela, uno de los de más solera y prestigio de este país.