La historia se desarrolla alrededor de la figura de Diogo, un pastor de vacas que lleva una vida solitaria y aparentemente sin complicaciones en las laderas del monte de Lisboa. Diogo, a través de su voz narrativa, nos introduce en un mundo donde el tiempo se mide por los ciclos de las vacas y donde las conversaciones se limitan a los gestos y a las necesidades básicas. Sin embargo, la narración de Diogo no es una simple descripción de la vida pastoril; es una reflexión sobre la vida misma, sobre la soledad, la memoria y el peso del pasado. El autor emplea una técnica narrativa innovadora, alternando la voz de Diogo con los fragmentos del diálogo entre los miembros de la familia de Lisboa, quienes, en un giro inesperado, se pierden durante tres días en la niebla del monte.
La desaparición de la familia de Lisboa, un grupo de individuos anónimos que representan la falta de identidad y la desconexión con sus raíces, sirve como catalizador para la reflexión central del libro. Sus diálogos, a menudo confusos y desorientados, revelan un profundo desconocimiento de sus propios nombres, profesiones y relaciones. A través de sus intentos de recordar, el lector se enfrenta a una laguna vacía de autoconocimiento, un reflejo de la alienación que puede experimentar el ser humano en la sociedad moderna. Este grupo, que se presenta como una familia, carece de una identidad sólida, un relevo generacional y una conexión con el pasado. Cada miembro, por separado, es una sombra de lo que podría ser, una evidencia de la pérdida de habilidades y de la sabiduría ancestral.
La novela se estructura en torno a tres hilos narrativos que se entrelazan con maestría. Por un lado, tenemos la historia de Diogo y su vida cotidiana, marcada por la rutina y la contemplación. Por otro, tenemos los diálogos inconexos de la familia de Lisboa, cuyas búsquedas de identidad y orientación son al mismo tiempo una parodia y una crítica a la sociedad moderna. Y, por último, y no menos importante, se encuentra la presencia constante de las vacas, que simbolizan la resistencia, la fertilidad y la conexión con el suelo. La niebla que envuelve el monte no solo es un elemento físico, sino también una metáfora del olvido y de la confusión, y el paisaje, desolado y rocoso, refuerza la sensación de aislamiento y de falta de esperanza.
La pérdida de la familia de Lisboa, durante su intento de encontrar el camino de regreso, es un punto clave en la narrativa. Su desorientación y sus intentos de recordar revelan la fragilidad de la memoria y la dificultad de encontrar el rumbo en un mundo cada vez más complejo e impersonal. A través de este fragmento, Neves nos invita a reflexionar sobre la importancia del tradicionalismo, la conciencia cultural y el valor de preservar el conocimiento ancestral. El ambiente de niebla, característico de la región, añade una dimensión de misterio y de premonición, creando una atmósfera onírica que intensifica el impacto emocional de la historia. La repetición de la frase «no sé dónde estoy» es un grito silencioso de angustia, que resuena en el interior del lector.
Opinión Crítica de El Espiritu De Las Vacas
“El Espíritu de las Vacas” es una obra profundamente conmovedora y original. Abel Neves ha logrado crear una novela que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida y nuestra relación con el mundo. La historia, aunque aparentemente sencilla, esconde una profundidad filosófica que nos obliga a cuestionar nuestras prioridades y nuestros valores. El autor, a través de un lenguaje muy potente y una cuidada construcción narrativa, nos sumerge en un mundo donde la verdadera sabiduría se encuentra en la simplicidad y en la conexión con la naturaleza.
La técnica narrativa de Neves es innovadora y efectiva. El contraste entre la voz de Diogo, que representa la sabiduría ancestral y la contemplación, y los diálogos caóticos de la familia de Lisboa, crea un efecto amplificador que intensifica el impacto emocional de la historia. Además, la novela es un testimonio valioso de la cultura milenaria de las personas del campo, recordando la importancia de preservar las tradiciones y el conocimiento que han sido transmitidos de generación en generación. Se podría argumentar que la historia es un canto a la resistencia, un alegato en defensa de la tierra y de las formas de vida auténticas. Recomendable para quienes buscan una lectura que desafíe las convenciones y que nos haga reflexionar sobre el significado de la existencia.


