“Caperucita En Manhattan” narra la travesía de Sara Allen, una niña de Brooklyn que se aventura en la ciudad de Nueva York con la misión de llevarle una tarta de fresa a su abuela, Blanca, una cantante de music hall que ha vivido una vida llena de cambios y relaciones. Blanca, figura maternal y misteriosa, es una mujer marcada por su pasado, una mujer que ha conocido el amor, el dolor y la pérdida. Este viaje, aparentemente sencillo, se convierte rápidamente en algo mucho más complicado debido a la presencia de figuras extrañas y perturbadoras que se cruzan en el camino de Sara. La abuela Blanca, una figura melancólica y un tanto excéntrica, ha acumulado alrededor de sí una red de personajes inusuales, convirtiendo su apartamento en un refugio para seres marginados y olvidados.
El “lobo” de la historia no es un animal, sino el señor Woolf, un pastelero multimillonario que reside en un rascacielos con forma de tarta, cerca del Main Playground, un lugar de encuentro para niños y adultos. Woolf es una figura opresiva y dominante, un hombre obsesionado con la perfección y el control, que representa el lado oscuro del consumismo y la riqueza. Su presencia en la vida de Sara y su abuela simboliza la amenaza de la corrupción y la pérdida de autenticidad. Pero la verdadera clave de la historia reside en el personaje de Miss Lunatic, una mendiga sin edad que vive de día oculta en la estatua de la Libertad y que, de noche, sale en busca de aquellos que sufren y tienen miedo.
Miss Lunatic es, en esencia, la figura mágica que guía a Sara, una especie de guía espiritual que interviene en las desgracias humanas. Ella no es una santa ni una heroína; es una figura ambigua, un ser que trabaja en las sombras, ofreciendo soluciones a los problemas y, en ocasiones, regalar un elixir capaz de vencer al miedo. El elixir, que no siempre es literal, representa la esperanza y la posibilidad de superar las adversidades. Miss Lunatic encarna la idea de la compasión y la necesidad de ayudar a los demás, y su papel en la historia es fundamental para el desarrollo del personaje de Sara. La interacción entre Sara y Miss Lunatic es un espejo de la propia búsqueda de identidad y de sentido en la vida.
A medida que Sara avanza en su viaje, se ve envuelta en una red de acontecimientos inexplicables, cada uno de ellos conectado a la historia de Blanca y a las figuras que la rodean. El libro se construye como un laberinto, una serie de encuentros y conversaciones que revelan gradualmente el pasado de Blanca y la verdad sobre su vida. Se descubren secretos familiares, romances imposibles y decepciones dolorosas, que explican la melancolía y el aislamiento que caracterizan a la anciana. La figura de Blanca, a medida que se van revelando sus secretos, se convierte en una suerte de mito, una figura trágica y enigmática que representa la fragilidad de la memoria y el peso del pasado.
La relación entre Sara y Miss Lunatic se profundiza a medida que la niña aprende a confiar en la guía de la mendiga sin edad. El intercambio entre ellas es una formación gradual, una transmisión de conocimientos y experiencias que permite a Sara desarrollar su propia sensibilidad y empatía. Miss Lunatic no solo ofrece soluciones a los problemas de Sara, sino que también le enseña a comprender el significado del miedo y la necesidad de aceptarlo como parte de la vida. La interacción entre ambas se convierte en una alegoría de la relación entre la generación joven y la generazión vieja.
El libro también explora la atmósfera de desconcierto y soledad que predomina en Nueva York. La ciudad se presenta como un espacio enorme y anónimo, donde es fácil sentirse perdido y desorientado. La presencia de Sara y Blanca en la ciudad refleja la preocupación por la deshumanización y el aislamiento que pueden experimentar los individuos en un entorno urbano tan complejo y desafiante. La búsqueda de identidad y de sentido en la vida, se presenta como un tema central de la narrativa, y la historia de Sara y Blanca se convierte en una metáfora de la búsqueda de la propia voz y de la necesidad de encontrar un lugar donde sentirse en casa.
Opinión Crítica de Caperucita En Manhattan: Un Tesoro de Reflexiones y Melancolía
“Caperucita En Manhattan” es, sin duda, una obra maestra de Carmen Martin Gaite. La autora logra, con maestría, reinterpretar un cuento clásico, adaptándolo a la realidad de la Nueva York del siglo XXI. El libro es una obra profundamente reflexiva, que nos invita a detenérnos y a observar el mundo que nos rodea, a prestar atención a los detalles y a las historias que se esconden entre las luces y el ruido de la gran ciudad. La escritura de Martin Gaite es, como siempre, impecable; su estilo, austero y elegante, se convierte en un instrumento perfecto para crear atmósferas oníricas y surrealistas, que nos sumergen en un mundo de melancolía y ironía.
Lo que más destaca de “Caperucita En Manhattan” es su capacidad para explorar temas profundos y relevantes desde una perspectiva original y subversiva. El libro no se limita a contar una historia de aventura infantil; plantea preguntas sobre la identidad, la memoria, el miedo y la relación entre las generaciones. La figura de Miss Lunatic es particularmente interesante, ya que representa la necesidad de compasión y de ayudar a los demás, así como una forma de superar nuestros miedos. La obra invita a la reflexión sobre la soledad y el aislamiento que pueden experimentar los individuos en un entorno urbano.
Recomendación: «Caperucita En Manhattan» es una lectura obligada para los amantes de la literatura española contemporánea, así como para aquellos que disfrutan de las obras de Carmen Martin Gaite. Es un libro que se queda en la memoria, que invita a la reflexión y que nos hace apreciar la belleza y la complejidad del mundo que nos rodea. No es un libro fácil de leer, pero es una experiencia enriquecedora y gratificante. una obra maestra que merece ser leída y releída.


