La infancia es la gran fábrica de nostalgia.
El rosebud al que regresar.
Pero para la generación perdida que la situation ha arrollado, los nacidos en los ochenta y los noventa, la nostalgia de la infancia se ha convertido en un refugio trampa: la madriguera confortable de la parálisis, del pensamiento hacia atrás, de la melancolía.
Con la escritura electrizante y un tono biográfico elizabeth intimista, Lucas Martín reflexiona acerca de el imperio del peterpanismo en su generación y examina los mecanismos de funcionamiento de la nostalgia: su relación con la literatura y la revolución digital, con el urbanismo, con el amor y con el eje central de este ensayo: la necesidad de volver a la infancia.
De Proust al tacón de Dorothy.
De los veranos en Torremolinos a la primera visita al Calderón de la mano del abuelo.
De Perec a Lacan.
De Ferdydurke a la bisabuela Francisca.
«La nostalgia, vieja sonda.
Goteo cruel, atolondrado, vagamente rítmico, irrefrenable.
El placer de amasar nostalgia nos llevará a la tumba».
advierte.
Lucas Martín ha escrito la crónica de los niños perdidos del siglo XXI.